Taking the Arrow Out of the Heart Page 6
esta partida de nuestro lado
que haz hecho.
Y sin embargo, qué cansado,
qué exhausto
debes de estar. Cantando
para nosotros todos estos años.
Y ¿qué comías?
me pregunto, sopesando
tu corpulencia;
en especial al principio
y por las puertas traseras
de cuántos “establecimientos
respetables”.
¿Conoces esa palabra
“indomable”
que describe el júbilo
y el dolor de nuestra resistencia
al tedio, a la cesación,
al cansancio? Es así como
he pensado en ti. ¿Quién sabía
lo que te mantenía andando? Excepto
un espíritu que rehusó rendirse
al desespero.
Cuando tenía tres o cuatro años
llevé a mi hija
a oírte cantar
en Misisipi. Estuviste
asombroso, mi palabra
y mi comentario favorito
para esta Vida.
Y tú, grande y oscuro
y radiante con tu clase especial
de imparable alegría,
besaste su tibia y encantada
mejilla
y sonreíste a su padre
y a mí, forajidos en esa tierra,
mientras permanecíamos sobrecogidos.
Esta pintura de Sherard Van Dyke
la encontré un día
en su estudio de Ámsterdam. Tú estabas en un caballete
Billie Holiday en otro.
Solo podía comprar un
cuadro.
Elegí a Billie pero tu retrato nunca dejó
mi corazón. Doce años después (o algo
así) llamé a Van Dyke
y ella recordó perfectamente
cómo yo había querido el tuyo.
Sabes qué, me dijo, cuando dije
que al fin podía comprar el B.B. Verde,
¡todavía lo tengo!
Y así cruzaste el océano,
cruzaste el continente. Cruzaste
mi sala a descansar
donde puedo verte
cada día. El verdor
de tu piel que “atestigua”
—palabra que te gustaba—
tu suprema
terrenalidad.
Gracias por estar aquí
mientras estoy aquí, mientras
estamos aquí, Alma Radiante.
Gracias por la orientación,
la verdad, la honestidad, la pasión,
la sinceridad (el más bello de los encantos,
me ha parecido)
gracias por tu especial oscuridad
que ilumina la sombra tanto como la luz. Mágica.
Todos esos días y noches
de gira
diste todo cuanto tenías,
tu forma
de morir rico.
Gracias por la enseñanza.
The King Has Gone Away for Good: Long Live the King!
Imagine, B.B. King,
I have listened to you and Lucille
my whole life.
Sometimes when I have had the blues
I have listened to you
and thought:
it can’t be all bad;
I am on the planet while he is here too
and he is singing!
It is hard to take
this leaving of us
that you have done.
And yet, how tired,
how exhausted
you must be. Singing
to us all these years.
And what did you eat,
I wonder, pondering your
portliness;
especially in the early days;
and at the back doors
of how many “respectable
establishments”?
You know that word
“irrepressible”
that describes the joy
and pain of our resistance
to dullness, giving up,
wearing out? That is how
I’ve thought of you. Who knew
what kept you going? Except
a spirit that refused surrender
to despair.
When she was three or four
I took my daughter
to hear you sing
in Mississippi. You were
“amazing,” my favorite word
and observation
about this Life.
And you, large and dark
and radiant with your special
brand of unstoppable joy
kissed her warm delighted
cheek
and smiled at her father
and me, outlaws in that land,
as we stood in awe.
This painting by Sherard Van Dyke
I encountered one day
in her studio in Amsterdam. You were on one easel
Billie Holiday on another.
I could afford to buy one
painting.
I chose Billie but the painting of you never left
my heart. Twelve years later (or something
like that) I called Van Dyke
and she remembered perfectly
how much I had wanted you.
Guess what, she said, when I said
at last I could afford the Green B.B.,
I still have it!
And so you came across the ocean,
Across the continent. Across my living
room to rest
where I can see you
every day. The greenness
of your skin “testifying”
—a word you liked—
to your supreme
earthiness.
Thank you for being here
while I am here, while we
are here, Radiant Soul.
Thank you for guidance,
truth, honesty, passion,
sincerity (most beautiful of all charms,
I’ve found)
thank you for your special darkness
that illuminates both shadow and light. Magic.
All those days and nights
on the road
you gave all you had,
your way
of dying wealthy.
Thank you for the teaching.
Bienvenidos al picnic
Nunca logro desterrar la imagen
tuya, esposado, entre dos psicópatas
conducido a una desamparada
golpiza
que dejará tu cerebro dañado.
Por mucho que intente, tu solitaria caminata,
sin que la ciega justicia siquiera trastabille
tras de ti
o por algún lugar del entorno,
siempre me rondará:
mientras enfrentas a dos, tres, cuatro,
una docena
de criaturas desalmadas
que gozan golpeándote
hasta caer al suelo; cuando tus manos no solo están atadas,
sino, muestra de su verdadero valor,
fijadas a tu espalda.
Qué se nos recuerda:
los hombres esclavizados trabajando hasta morir
en siete años
sus cabezas rotas
cuando ya no podían trabajar más
sus cuerpos, sus huesos,
blanqueados con el tiempo; y exactamente bajo el sitio
donde caían: dónde sino Wall Street.
O las plantaciones
y cientos de años de esto.
Golpizas, golpizas a muerte.
Golpizas hasta la incontinencia. Golpizas hasta el daño cerebral.
Una amiga me dice que nunca emplea la palabra
picnic por esta misma razón: que las madres
y los padres y hermanos e hijos de los psicópatas
asistían a la golpiza, al ahorcamiento
, al descuartizamiento,
el destripamiento o cualquier otra cosa imaginable
para entretenerse en un linchamiento
y traían cestas con comida
para disfrutar del espectáculo. La tortura de los Pickaninny*
la palabra que para ella suena demasiado como “picnic”
y usualmente se empleaba para la victima
con independencia de su edad
era la atracción ansiosamente esperada.
Si tenían suerte, estas familias de picnic, podían
llevar trofeos a casa. Trofeos a veces chamuscados
por las llamas. Dedos, orejas, pulgares.
Un pie. ¿Recuerdan que DuBois vio esos pies humanos
en la vidriera de un carnicero en el centro de Atlanta?
Hermano, Hermana, Hijos,
no están locos por sentirse
enloquecidos aquí.
Al comprender esto, podrán percibir
una mayor calma exterior
y una indestructible paz interior. Hemos vivido en el alma
de la brutalidad desde el comienzo de nuestras relaciones aquí.
La dureza de conocer nuestro viaje
podría fácilmente quitarnos la alegría. ¡Aprender a no extender
nuestra calamidad!
Para eso están
los maestros.
* N. del T.: Término racista para referirse a los niños negros
Welcome to the Picnic
I can never banish the image
of you, manacled, between two psychopaths
being marched to a defenseless
beating
that will leave your brain injured.
Try as I might, your lonely walk,
blind justice not even stumbling
behind
or anywhere in the neighborhood
will forever haunt me:
as you face two, three, four,
a dozen
soulless creatures
who enjoy beating you
to the ground; when your hands are not only tied,
but, demonstrating their true courage,
fastened behind your back.
Of what are we reminded:
the enslaved men worked to death
in seven years
their heads bashed in
when they could no longer work
their bodies, their bones, turning up
white with time; and directly underneath
where they fell: Where, but Wall Street.
Or the plantations
and hundreds of years of this.
Beatings. Beatings to death.
Beatings to incontinence. Beatings to brain damage.
A friend tells me she never uses the word
“picnic” for this very reason: it reminds her that the mothers
and fathers and brothers and children of the psychopaths
came to the beating, hanging, quartering
eviscerations or whatever else could be imagined
to entertain at a lynching
and brought baskets of food
to enjoy with the show. The torture of the Pickaninny
the word that to her sounds too much like “picnic”
and was often used for the victim
whatever his or her age
was the eagerly anticipated attraction.
If they were lucky, these picnicking families, they
got to take home trophies. Trophies sometimes seared from
the flames. Fingers, ears, toes.
A foot. Remember how DuBois saw those human feet in a
butcher’s window in downtown Atlanta?
Brother, Sister, Children,
you are not crazy to feel crazy
here.
Understanding this, may you realize
a greater exterior calm
and an unshakeable inner peace. We have lived within the soul
of brutality from the beginning of our connections here.
The harshness of knowing our journey
could easily steal our joy. To learn not to extend
our disaster!
That is what teachers
are for.
La lección
Están locos. ¿Era la respuesta
que nos daban cuando niños al preguntar por qué?
Por qué abusaban, maltrataban, ofendían, degradaban,
por qué linchaban, asesinaban, mataban. ¿No tenían acaso sentimientos de vergüenza o tristeza,
no los punzaba el remordimiento?
Están enfermos, decían nuestras abuelas. Luego, no,
no solo están enfermos. La enfermedad podríamos curarla
con hierbas.
Están locos. Esto solo podría curarse
con aislamiento pero son tantos y están por todas partes.
Era tan pequeña que podía ver la realidad: nosotros también somos muchos, Abuela, me ofrecí,
nosotros también estamos por todas partes.
The Lesson
They are crazy. That was the answer
we received as children as we wondered why?
Why did they abuse, mistreat, slander, degrade,
why did they lynch, murder, kill. Was there no feeling of shame or sadness
no tickling of remorse?
They are sick. Our grandmothers said. Then, no,
they are not just sick. Sickness we might cure
with herbs.
They are crazy. This might only be cured
with isolation but there are so many and they are everywhere.
I was so little I could see reality: So are we so many, Grandmama, I offered,
we too, are everywhere.
Todos los anuncios de autos veloces parecen alocados ahora
¿Has notado cómo
los anuncios de autos veloces
parecen alocados ahora?
Hela ahí, rubia,
el color de pelo (tal vez de un frasco)
contaminando el medioambiente
y dañando su cerebro
pero copiado por algunas de las
personas del mundo
con más lavado de cerebro a pesar de su
inteligencia
que solían realmente disfrutar
de los muchos colores y muchos rizos
de sus propios cabellos.
El pelo de él es más oscuro. Siempre.
¿Por qué es así? ¿Está tratando de
hacer pasar su sospechoso
ADN
por uno perteneciente
al mundo “libre”?
Supongamos que en verdad
ella es pobre.
Supongamos que el empleo real
que él tiene se envía a China.
No parece importar
en los anuncios.
Es lo que te hacen
pensar:
en algún sitio hay gente
libre:
están riendo;
están felices;
son rubios
y el hombre de pelo oscuro
espera que al menos
sus hijos también lo sean.
¿Qué locura es esta?
Pasan a toda velocidad por tu pantalla
riendo.
Nunca parecen pensar
en Chernobil
y los lacerados niños almacenados
en Rusia
y Escandinavia.
Ni parecen preocupados
por Fukushima
y las motas de radiación
en el aire y el mar
que se devoran a California
Canadá y México.
Están riendo,
el auto que manejan es veloz.
Ellos son veloces.
Todo está bien en su mundo.
El anuncio está hecho para venderte su
seguridad.
Ese mundo de libertad, velocidad
y falta de preocupación
pretende parecer enorme.
&nbs
p; Pero en verdad
no es mayor que tu pantalla.
Apágala.
Ocúpate de tu motocicleta,
del farol roto afuera
de tu ventana,
de la basura
que despoja
la belleza
de tu lenta,
pero más grande que la pantalla,
calle del
pueblo.
All the Fast Car Ads Look Crazy Now
Do you notice how all
the fast car ads look
crazy now?
There she is, blonde,
hair color (if from a bottle)
polluting the environment
and affecting her brain
but copied by some of the most
brainwashed though
intelligent
people on the planet
who used to actually enjoy
the multi-colors and multi-fuzzies
of their own hair.
His hair is darker. Always.
Why is this? Is he attempting
to pass off his suspect
DNA
as belonging
to the “free” world?
Suppose she’s really poor
though?
Suppose his real job
was shipped to China.
It doesn’t seem to matter
in the ads.
It’s what you’re made
to think of:
somewhere there are free
people:
they are laughing;
they are happy;
they are blonde
and the dark-haired man
is hoping at least
his children will be.
What madness is this?
They go careening across your screen
laughing.
They never seem to think
about Chernobyl
and the warehoused defective
children in Russia
and Scandinavia.
Nor do they appear worried
about Fukushima
and the plumes of radiation
in air and ocean
eating California,
Canada and Mexico.
They are laughing,
the car they drive is fast.
They are fast.
All is well in their world.
The ad is meant to sell you their
security.
That world of freedom, speed,
and lack of care,
is meant to seem large.
But really it is
no bigger than your screen.
Turn it off.
Attend to your motorbike,
the broken lamppost outside
your window,
the rubbish
despoiling
the beauty
of your slow
but larger than screen size
village
street.
Prende una vela
para Raif Badawi
El gobierno saudita ordenó mil latigazos y diez años de prisión para Raif Badawi por “insultar el islam”.